El pensamiento de Nietzsche surge ante la necesidad de
comprender la vida como impulso vital, y al hombre en sentido biológico y
geofísico como ser vital. Es pues, un pensamiento que se encuadra en el vitalismo y en la
filosofía de la sospecha
(junto con Marx y Freud), ya que pone en duda los valores de
su época. En concreto, su pensamiento es considerado un vitalismo irracionalista
porque opina que la naturaleza no se rige por principios racionales. Además hay que
comprender su filosofía desde lo que es: una filosofía de artista.
Su pensamiento se
compone de dos fases, marcadas por las dos vertientes de su nihilismo: una vertiente negativa, de crítica de la
situación en que se encuentra el mundo occidental, y una vertiente positiva, de creación de
nuevos valores tras haberse
derrumbado los anteriores.
La vertiente negativa
comienza con la visión de la vida controlada por dos fuerzas estéticas que se contraponen y complementan,
presentes en la creación de toda
obra de arte: lo apolíneo (las formas, el orden, lo finito)
y lo dionisiaco (el flujo dinámico de la vida, el infinito cósmico). Estas dos fuerzas
definen la verdadera naturaleza de la realidad, la tragedia, y dado que ésta sólo
es soportable con el arte,
concibe la existencia como único valor estético. Los griegos
habían conseguido alcanzar el equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisiaco, pero la
llegada de la filosofía con Sócrates
y Platón rompió dicha armonía a favor de Apolo y en contra
de Dionisos, fosilizando la realidad y restringiendo la visión humana con el
establecimiento del bien en sí y el espíritu puro, que dieron pie a la creación del mundo de las
ideas, del cual el de los
sentidos era un mero reflejo. Con ello realiza una crítica a
la metafísica tradicional, basada erróneamente en la creencia en la antítesis de los
valores, de origen divino. Nietzsche considera, a diferencia de la metafísica
tradicional, que el ser no es fijo e
inmutable, ni se encuentra dividido en ser real y aparente,
que es completamente antiviral por dar más peso al mundo de las ideas que al de
los sentidos. La razón por la que la metafísica tradicional se fundamentó en estas ideas
se debe a los prejuicios de los filósofos contra la vida (como el horror a la vejez o la
muerte), a la necesidad del hombre de permanecer frente al devenir y al recelo frente al
devenir de la vida, que ha
dado lugar a la cosificación del ser y a un decadentismo que
hace al ser depender de una razón superior, ya sea Dios, la Razón o la Ciencia. Para
Nietzsche, no existe tal separación entre ser real y aparente, que ha originado toda
esta problemática, sino que
solo hay un devenir constante de la vida y el ser. Por ello,
Nietzsche establece que, en el conocimiento, no hay correspondencia lógica entre sujeto y
objeto: la estética hace de
mediación entre ellos, creando el lenguaje a través de la
metáfora, lenguaje que pierde
su riqueza metafórica y creativa al hacerse de uso común.
Por esta razón, el lenguaje
acaba reducido a un conjunto de estructuras conceptuales
iguales que enmascaran la
Verdad, que no es algo universal, sino la suma de las
distintas perspectivas individuales.
Puesto que la Realidad no es una sola cosa, sino una
pluralidad de elementos, las
ciencias positivas, que sólo pueden cuantificarlas, son
incapaces de conocer la vida,
dado que sólo pueden reducir la Realidad a cantidades que no
pueden expresar sus
cualidades, y no puede emitir juicios valorativos sobre la
vida. Además, la ciencia, con
su fe en la Razón, ha sustituido a la religión y se ha
puesto al servicio de los intereses
del poder. Finalmente, Nietzsche descarga su martillo contra
la moral platónicocristiana por considerarla un atentado contra la vida, ya que
da más importancia al
mundo de las ideas (el Cielo cristiano), que a la vida del
hombre en la Tierra. Además, desprecia la vida y las sensaciones, instaurando
el concepto de pecado y fomentando
valores niveladores de la moral de esclavos (la compasión, la
humildad) invirtiendo los
valores de la antigua Grecia. La moral de señores (el
placer, la fuerza), que contiene las
verdaderas virtudes, y a las que es preciso volver. En este
sentido, critica a la
democracia, porque considera que nivela por abajo, dando
poder al débil y quitándoselo
a los fuertes. Toda esta crítica a Occidente lleva a
Nietzsche a decir que “Dios ha
muerto” a manos del hombre, y con él el mundo suprasensible,
por lo que los valores
que regían hasta el momento la vida, justificados por la
figura de Dios, se derrumban.
Toda esta crítica
pone de relieve la situación decadente de la tradición occidental,
y el espíritu de Occidente, al percibirlo, se vuelve
nihilista, es decir, vacía de contenido.
Este nihilismo supone la destrucción de los valores hasta el
momento vigentes y un
distanciamiento de la propia tradición, pero también un
punto de inflexión hacia una
etapa en el ser y el hombre. Aquí comienza la vertiente
positiva del nihilismo de
Nietzsche: una vez eliminados los antiguos valores, se
propone la creación de una nueva
moral basada en la vida, a través de la transmutación de
todos los valores desde la
perspectiva de la voluntad de poder, y con nuevos valores,
gracias al redescubrimiento
de la pluralidad de los sentidos. La vida tiene valor por sí
misma y no hay que explicarla
desde fuera ni imponerle normas, sino disfrutarla, y el
objetivo de la filosofía ha de ser
fortalecer la alegría hacia la vida. Pero estos valores no
pueden ser creados por el
hombre actual: es tarea del superhombre. El hombre es sólo
una etapa intermedia entre
la bestia y el superhombre, al que se llega por medio de
tres transformaciones
ascendentes del espíritu: primero el camello, que simboliza
la sumisión a Dios y a la ley
moral; después el león, que simboliza la lucha humana contra
los valores establecidos y
la moral idealista a partir del conocimiento de su
autoalienación; finalmente, el niño (el
superhombre), capaz de desembarazarse de prejuicios y crear
nuevos valores. El
superhombre es pues aquel que juega con la vida sin
importarle el riesgo, ya que ha
asumido la tragedia e intranscendencia de la vida, así como
su eterno retorno. Es un ser
para la Tierra que sustituye a Dios en su afán creador. Junto
a la idea del superhombre,
aparece la de la Voluntad de Poder, un concepto de
dimensiones metafísicas y
epistemológicas: es la voluntad por crear nuevas formas de
la tierra, que justifica como
condición necesaria de la afirmación de la vida el error, y
desde la cual se debe hacer
toda afirmación de Verdad, ya que admite el error y la
pluralidad de perspectivas, a
diferencia del concepto de verdad como una única
perspectiva, que iguala y elimina la
variedad de la realidad. El hombre tiene que abordar la
pluralidad del mundo y del ser
desde la Voluntad de Poder, y es esto lo que da lugar a las
distintas perspectivas con las
que se percibe el mundo, y también ha de tener en cuenta que
lo importante de un juicio
no es su veracidad, sino si favorece o no a la vida.
Finalmente, aparece el concepto de
más difícil comprensión de Nietzsche: el Eterno Retorno de
lo mismo, que significa la
repetición del tiempo, que se hace eternidad. Es tiempo en
cuanto a que fluye, y
eternidad en cuanto a que es circular. En él, la vida se
despliega sin una linealidad
finalística: es ella en sentido absoluto.