Yo tampoco sé vivir, estoy improvisando.

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12 de mayo de 2013

Discurso ante la tumba de Marx, de F. Engels

El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde , dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre.
Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca.

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza idológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo. Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él . El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas.

Dos descubrimientos como éstos debían bastar para una vida. Quien tenga la suerte de hacer tan sólo un descubrimiento así, ya puede considerarse feliz. Pero no hubo un sólo campo que Marx no sometiese a investigación -y éstos campos fueron muchos, y no se limitó a tocar de pasada ni uno sólo- incluyendo las matemáticas, en la que no hiciese descubrimientos originales. Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionadora en la industria y en el desarrollo histórico en general. Por eso seguía al detalle la marcha de los descubrimientos realizados en el campo de la electricidad, hasta los de Marcel Deprez en los últimos tiempos.

Pues Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos. Primera Gaceta del Rin, 1842; Vorwärts de París, 1844;Gaceta Alemana de Bruselas, 1847; Nueva Gaceta del Rin, 1848-1849; New York Tribune, 1852 a 1861, a todo lo cual hay que añadir un montón de folletos de lucha, y el trabajo en las organizaciones de París, Bruselas y Londres, hasta que, por último, nació como remate de todo, la gran Asociación Internacional de Trabajadores, que era, en verdad, una obra de la que su autor podía estar orgulloso, aunque no hubiera creado ninguna otra cosa.


Por eso, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que los repulicanos, le expulsaban. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían a lanzar difamaciones contra él. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; sólo contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Y ha muerto venerado, querido, llorado por millones de obreros de la causa revolucionaria, como él, diseminados por toda Europa y América, desde la minas de Siberia hasta California. Y puedo atreverme a decir que si pudo tener muchos adversarios, apenas tuvo un solo enemigo personal.Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra.




8 de mayo de 2013

Erich Fromm y el amor.

23:20 Posted by Revdit , , , No comments


Si dos desconocidos se encuentran por azar y bajan las barreras que los separan al mismo tiempo, van a crear uno de los momentos más estimulante y excitantes de la vida. Generalmente este momento, llamado enamoramiento, se combina felizmente con la atracción sexual y su consumación. Pero este enamoramiento no es todavía amor. No es difícil enamorarse, lo complicado es permanecer enamorado. Cuando la pareja llega a conocerse bien, la excitación inicial desaparece y la intimidad pierde su carácter milagroso. Ya no están locos el uno por el otro y se retraen a su casilla emocional anterior de soledad interior, que era el estado primario a superar según el autor.

No hay nada que se inicie con tantas esperanzas e ilusiones y, al mismo tiempo sea tan frágil y fracase tanto y tan rápidamente el enamoramiento. Es para reflexionar el hecho de que si esto nos pasara en cualquier otro aspecto de nuestra vida, intentaríamos aprender de los errores, o renunciaríamos definitivamente a ello. Pero no, el ser humano necesita amar y ser amado. Es como el riego natural para las plantas, sin amor, tarde o temprano, nos marchitamos.

Como es inevitable enamorarse, Erich Fromm propone que tomemos conciencia de que el amor es un arte, y que debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte. Como en todo aprendizaje hay dos partes bien diferenciadas pero que se necesitan la una a la otra: la teoría y la práctica.

La teoría del amor de Erich Fromm

Cualquier teoría del amor debe comenzar con una teoría de la existencia humana. El hombre está dotado de razón, tiene conciencia de sí mismo, de sus semejantes, de su pasado y de las posibilidades de su futuro y de su breve lapso de vida, de su soledad y su fragilidad ante las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad. Necesita otro para poder transitar la vida sin que la soledad primaria lo ahogue. El ser humano no vive con felicidad la soledad, quiere franquearla a toda costa y hasta le resulta vergonzosa porque la mirada de la sociedad le reprocha el acto oculto y odioso que, seguramente, lo lleva a estar solo. ¿Cuántas veces escuchamos de boca de un amigo que elige una relación, aunque no sea buena, "para no estar solo"? El amor es "entrar" en la otra persona, la herramienta con la conocemos al ser humano con el que hemos comenzado una relación. Sin embargo, a pesar de parecer un acto irracional e impulsivo, necesito conocer a la otra persona y a mí mismo objetivamente para poder ver la realidad. Tengo que, además de sentir, poder analizar mi relación con el otro. El amor es una actividad continuada, no se trata solo de encontrar un objeto de amor adecuado y que después todo venga solo sin trabajar en ello y cuidarlo.

¿Qué es el amor erótico, de pareja, según Fromm?

El amor de pareja es el anhelo de fusionarse completamente con el ser amado, de unirse físicamente y emocionalmente con una única otra persona. Según Erich Fromm esta es la forma más engañosa del amor que existe, se confunde fácilmente con la experiencia de enamorarse o amar, pero no lo es. Es simplemente el acto de superar este aislamiento de cada ser humano mediante el contacto físico sexual. De nuevo, ¿cuántas veces hemos sabido de amigos que nos dicen que no se llevan bien con su pareja pero tienen una excelente "cama"? Solo parecen íntimos cuando están en la cama o cuando dan rienda suelta a su odio y a su rabia recíprocas (de ahí el dicho "Del amor al odio hay solo un paso"). El deseo sexual no viene ligado al enamoramiento o el amor, puede estar disociado, ser mucho más brutal y hasta agresivo en sí mismo. Podemos tener amor erótico estimulados por la soledad, el miedo, la angustia o el odio. Lo nuevo que aporta Fromm al respecto del amor erótico, es que lo ve como un amor voluntario y elegido libremente . No es lo mismo que el amor victoriano donde terceros elegían las parejas según intereses económicos o de grupo y se esperaba que se amaran mutuamente los contrayentes, con el tiempo. El factor más importante del amor erótico es el de la voluntad. Es una decisión, una promesa. Si el amor fuera solo un sentimiento sin control, no existirían bases para la promesa de amarse eternamente.